Costa, montaña y selva, el atractivo de Perú

Ciudades atractivas y vibrantes como Arequipa y Trujillo; patrimonio cultural en Cuzco, gastronomía de fama mundial… y Machu Picchu. Son las bazas de Perú.

No hay que engañarse: uno viaja a Perú por conocer Machu Picchu, pero vuelve hablando de Cuzco, de la selva, de arqueología… Porque Perú tiene tres almas: la de la estrecha franja de costa, la de su espectacular sierra y la húmeda y tropical de la selva, en el curso bajo del Amazonas.

Si bien el primer contacto con el país para los turistas internacionales pasa por Lima, la capital, más al norte hay un secreto bien guardado: Trujillo.

Trujillo, el encanto de lo menos conocido

Plaza de Armas de Trujillo.
Plaza de Armas de Trujillo.

La segunda urbe en importancia en la costa peruana es Trujillo, al norte. Como toda ciudad colonial que se precie hay que empezar a recorrerla por la Plaza de Armas, amplísima, reluciente de espíritu y presencia, con suelo pulido y fachadas pintadas con vivos colores: el añil sucede al mostaza y éste al granate. También aquí destacan las casonas con grandes rejas que parecen concebidas como jaulas de jilgueros gigantes, pintadas de un blanco inmaculado. Y los balcones de madera con celosías tupidas. Por las calles perpendiculares es interesante echar un ojo a los patios de las casonas. Y como en todo Perú, las calles más céntricas de su cuadrícula urbana están repletas de cevicherías, picanterías, sangucherías, juguerías… para degustar los sabores locales. Porque aquí todo tiene un toque más intenso de autenticidad.

Una vez en Trujillo, es imprescindible la visita a las Huacas del Sol y la Luna, cerca de la ciudad, exponente máximo de la cultura moche. Junto a los adoquines de barro todavía se puede intuir la pintura original y la decoración en sus restos. Alrededor, en el campo se cultivan papas y caña de azúcar. No muy lejos está la Huaca Arcoíris, que mantiene milagrosamente el relieve en sus cuatro paredes.

Con información de El Mundo

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